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Acabo de terminar las lecturas del primer paso del itinerario: Mirrorshades, una antología ciberpunk, y Zonas Temporalmente Autónomas de Hakim Bey. De ZTA he tomado tantas notas, que escribiré un post dedicado. Hoy voy a escribir sobre el ciberpunk, relato literario sobre las implicaciones y posibilidades de la tecnología.
La primera implicación la resume muy bien el eslogan de ciberpunk.com: Bajo toda arquitectura informacional se esconde una estructura de poder. La tecnología no es inocente, sino que se suele usar para conseguir otro objetivo. Por ejemplo, tradicionalmente los formatos de documentos se han usado para "secuestrar" a los usuarios y obligarlos a usar una única plataforma, y se han diseñado con esos criterios de poder, más que atendiendo a criterios técnicos. Esta estrategia es ahora un poco más sofisticada, con el DRM. Si nos ceñimos al caso de los libros electrónicos, el DRM consiste en que el proveedor dice cuándo, cómo y cuántas veces puedes usar el libro. Incluso, en versiones más avanzadas, el proveedor puede decidir eliminar un libro de tu trasto si le conviene (el célebre caso de la novela "1984" en los usuarios de Kindle).
Me sorprende mucho que estas estrategias sigan siendo efectivas. Supongo que funcionan porque se aprovechan de la ingenuidad de los usuarios, como si fuera un moderno "timo de la estampita", es decir, que como sociedad nos queda todavía mucho por aprender, somos casi analfabetos si permitimos este tipo de abusos. Estoy seguro de que los que nos quieren agarrar por las bolas son conscientes de un principio básico de las obras en formato digital: si se puede reproducir, se puede copiar.
Las obras digitales están pensadas para ser reproducidas, ahí radica su modelo de negocio. Pero justo esa característica fundamental del modelo de negocio hace que ese modelo sea inviable. La reproducción no es más que un acto de copia hacia un dispositivo de salida. Si permites reproducir, no vas a poder impedir la copia libre. No es una cuestión legal. No puedes intentar vender oxígeno y prohibir respirar el aire. O por lo menos no cuando la gente por fin se dé cuenta de que es un abuso.
La otra implicación sobre la que quería hablar se recoge en otro eslogan del movimiento ciberpunk: el futuro influye más en el presente que el pasado. Se suele decir que si no conocemos nuestra historia, estaremos condenados a repetirla; es decir, que hay que conocer el pasado para poder mejorar el presente. Pero lo cierto es que dejar volar la imaginación y ver cómo podría ser la vida en el futuro, nos ayuda a tomar decisiones y organizarnos ahora.
Por ejemplo, me pongo a imaginar, y me digo que en el futuro no será necesario despertarse tempranísimo, cuando todavía es de noche, para pasar ocho horas con el culo pegado a una silla, junto a otros cientos de compañeros. ¿Qué sentido tiene despertarse como zombies, dirigirse todos a la vez al mismo lugar, colapsando las vías de comunicación, y permanecer allí durante un tiempo determinado? El tele-trabajo empieza a extenderse, pero todavía mucha gente te mira con ojos sospechosos cuando planteas la posibilidad de no acudir todos los días a la oficina.
Siguiendo con el ejemplo, ¿por qué hay que despertarse siempre a la misma hora? Casi todo el mundo tiene que decidir antes de irse a dormir a qué hora exacta se despertará. Tenemos solo dos opciones: levantarnos con un reloj que probablemente nos convierta en un zombie durante las primeras horas de la mañana, o arriesgarnos a quedarnos dormidos más tiempo del necesario. ¿No sería genial poder despetarnos en el momento adecuado para estar totalmente despejados?
Aunque quizás no es tan simple, y me estoy dejando sobornar por el dulce sueño de la tecnología.